martes, 5 de enero de 2010

EL PUENTE DE LOS CANDADOS


¡Badajoz también se apunta a la leyenda de los candados! Si Venecia tiene el Puente de los Suspiros, Florencia tiene el Puente Vecchio, también conocido como “puente de los candados” o “puente de los joyeros. El Vecchio es un puente pequeño, acogedor y romántico, construido sobre piedra en arco segmentado, sobre el que cayó su peor pesadilla: la leyenda de los candados. El Puente Vecchio es como un pasadizo al aire, una galería de joyeros que desde 1345 lo han ido ocupando en su parte baja, porque sobre su lomo también tiene un centenar de viviendas particulares. Inicialmente los joyeros exhibían sus mercancías sobre una especie de taburete, pero cuando tenían deudas que no podían afrontar, los soldados rompían la banqueta y parece que de ahí viene el concepto de “bancarrota”.

Pero lo que ha hecho mundialmente famoso al puente más visitado Italia, es la leyenda que ha movido a millares de parejas a citarse en él para cerrar un candado sobre cualquier parte o sobre otro candado y tirar la llave al río. Según la leyenda, las parejas de que mutuo acuerdo efectúen semejante ceremonia, quedarán unidas por un lazo que permanecerá indestructible incluso más allá de la muerte. Ante semejante reclamo y durante años, al Puente Vecchio han acudido en peregrinación jóvenes de todos los continentes, con la única pretensión de cerrar su candado para perpetuar su amor. Como las leyendas suelen tener su interés y alguna pretensión oculta, parece que en el origen de ésta está un ferretero instalado en el puente, que se hizo rico vendiendo candados, porque los candados no cumplían su misión de eternidad sino se los compraban a él. Vamos, algo así como la lotería de doña Manolita.

Sólo en el enrejado de protección de la estatua de Benvenuto Fellini, levantada en el centro del Puente Vecchio, cortaron en una semana más de 200.000 candados. Como ya no había un lugar libre los candados se cerraban sobre otros candados, haciendo en algunos casos ristras de candados que llegaban al suelo. Fueron tantos los candados cerrados y tantas las llaves que se tiraban al río Amo, --que divide Florencia, como el Guadiana a Badajoz- que hoy está penalizado semejante juramento de amor eterno, porque los candados han pasado a ser un peligro para el histórico puente y porque el río puede verse afectado por el hierro de tanta llave.

¿Y en Badajoz? En el margen peatonal derecho del puente Real, están apareciendo candados con iniciales grabadas, cerrados sobre los cordones de acero de su barandilla. Hay pocos, yo he contado nueve. Supongo que los que colocaron allí sus candados, tiraron las llaves al río, como los enamorados que acuden al Puente Vecchio, de Florencia. Que sepan que la única posibilidad de romper el lazo es bajar al río, buscar la lleve y abrir el candado a la primera. Que después no vengan con coñas marineras, que los candados no saben de divorcios.

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