viernes, 14 de agosto de 2009

RESPUESTA INMEDIATA


En el mundillo de lo que podíamos llamar “alto periodismo”, hay “gente p´ató”, pero no escasean los que demuestran respeto y tolerancia. Es el caso de Eduardo Sotillos, con quien tengo la suerte de relacionarme un par de días cada año. Es uno de los periodistas más notables y experimentados del panorama nacional y, tal vez por eso, tiene muy aparcado el divismo, la suficiencia y la pedantería de otros insufribles de la profesión. Hace pocos días, durante un almuerzo en el que comenzaban a difuminarse las caras y las sensaciones por el humo del tabaco, Sotillos, que es fumador, guardó su pitillo “para no molestar”. Actitud extraña entre los fumadores, que se sienten perseguidos si no les permites que te echen el humo en la cara y que con total desvergüenza señalan como intolerante al que protesta.

La Ley vigente, que pretendía regular el uso racional de los espacios, para armonizar la convivencia entre fumadores y no fumadores, no ha conseguido su objetivo porque, salvo excepciones excepcionales, se fuma en todas partes y es tarea de exploradores encontrar un lugar donde pueda degustar algún plato que no esté “ahumado”. Ya se sabe que en España está muy asentado el principio de que “el que inventó la ley, inventó la trampa” y la Ley 28/2005 de 26 de diciembre, parecía ignorar todo esto y, candorosamente, partía de la base de que todos los fumadores son como Eduardo Sotillo. Parece que la reforma que se está tramitando va en serio y que el articulado que se propone, similar al de casi todos los países de la Unión Europea, va a hacer más difícil aplicar las trampas, aunque eso no evitará dificultades territoriales porque algunos, como Esperanza Aguirre, en Madrid, están empeñados en el “dime de que se trata, que me opongo”.

Rodrigo Córdoba, presidente del prestigioso CNPT (Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo) lleva años alertando a las autoridades sanitarias sobre el serio riesgo que para la salud supone no acotar los espacios, y parece que finalmente, la autorizada opinión del CNPT va a ser tenida en cuenta por el legislador en la reforma que se tramita. De todos modos, hay datos muy positivos, que dejan abierta la puerta a la esperanza de los propios fumadores, porque el organismo da respuestas inmediatas ante la ausencia de nicotina:

A los 20 minutos, baja la tensión arterial y el pulso se normaliza
A las 24 horas desaparece el monóxido de carbono y los pulmones comienzan a eliminar las partículas acumuladas.
A las 48 horas, las terminaciones nerviosas se ajustan a la ausencia de nicotina y vuelven las habilidades y sensaciones del pulso y del olfato.
A las 72 horas, se facilita el paso del aire a los pulmones, haciendo que la respiración se haga más fácil y que aumenten los niveles de energía.
A los 3 meses aumenta la función pulmonar en un 10%
A los 12 meses, el riesgo de cáncer de pulmón disminuye en un 50%
A los 15 años, el riesgo de ataques al corazón es igual al de una persona que no ha fumado nunca.

Pero no hay que dejarlo para mañana, porque a partir de los 40 años el daño es irreversible. Pasada esa franja, si se abandona el tabaco, el organismo no se sigue deteriorando, pero los daños permanecen. Ayer mejor que hoy y hoy mejor que mañana.

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