viernes, 5 de junio de 2009

DÍAS DE LIBROS


Las “ferias del libro” están brotando por todos los rincones de Extremadura y se da la paradoja de que hay municipios que organizan su particular feria sin contar con una sola librería en la localidad. Mi felicitación sincera para todos los concejales de cultura que afrontan este reto con imaginación, porque si no hay libreros locales, se buscan fuera y se les anima, aunque sea subvencionándolos, para que durante unos días coloquen sus mesas y enseñen su producto en los soportales del ayuntamiento o a la sombra de un árbol en el parque. Lo importante es acercar el libro al posible lector y permitir que lo toque, que lo ojee, que lo huela y que lo compre. Si el lector no se acerca al libro, el libro tiene que acercarse al lector, porque si el encuentro se produce acabarán invirtiéndose los términos.

He estado en Cáceres, Navalmoral de la Mata y Jerez de los Caballeros, cerrando el peregrinaje en la de Badajoz. Todas las ferias son distintas y distantes porque distintos y distantes son sus organizadores y sus objetivos, pero al final todas coinciden en el mismo propósito, que es sacar el libro a la calle, hacer un guiño al lector, bajar al escritor de su peana y acercarlo a una realidad que dista mucho de los oropeles de premios y lentejuelas literarias. En el sitio más inesperado te encuentras con gente que lee, que sacan sus conclusiones, que analizan, te comentan pasajes concretos e incluso te ofrecen alternativas. ¡Ese es el premio más alto que podemos recibir todos los que finalmente buscamos en la soledad de la escritura, la complicidad del lector!

En Cáceres me abordó un lector para rebatirme con autoridad una afirmación de mi último libro y para hablarme de Flabio Josefo, Filón, Suetonio, Tácito… con un conocimiento muy profundo de todos ellos. Llevaba una bolsa con libros… ¿A qué se dedica usted?: “He trabajado en el departamento de diseño de una fábrica de porcelana” -¡!-. Una señora, viuda, me enseñó un cuaderno en el que su marido había ido pegando artículos de Bernardo V. Carande, Agapito Gómez Villa y míos. Padres con sus hijos eligiendo un libro, niños en las casetas y en las presentaciones y hasta un soldado, mochila al hombro y leyendo un libro a paso militar ¿Se puede pedir más?

Tengo la satisfacción de haber organizado las primeras ferias del libro en Extremadura, en Badajoz y Cáceres, hace 28 años. Hoy brotan por todos los rincones y aunque las bibliotecas municipales son una tentación abierta, estas celebraciones al aire propician el encuentro, favorecen el intercambio de criterios y pueden despertar al lector y al escritor dormido que habita en cada uno de nuestros pueblos. El libro lleva muchos años muriéndose, pero sigue vivo y ninguna pantalla lo va a sustituir, porque es cómodo, independiente, ligero, limpio, trasportable y económico. El escritor cuando escribe piensa en formato de libro y el lector al leer necesita oler y palpar la textura del papel.

Acabamos de clausurar la XXVIII Feria del Libro de Badajoz, en la que, según el responsable de Boxoyo, “no se ha notado la crisis” Eso dice mucho en favor de la feria y de sus organizadores, en favor de los libreros, de los autores y de los pacenses. Benditos libros.

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