domingo, 3 de mayo de 2009

CADA DIA MÁS GALLARDO


Durante estos días de penitencia no he hablado con Alfonso Gallardo, pero conociéndolo como lo conozco, sé que ceder a una ERE en una de sus empresas ha debido ser una de las decisiones más dolorosas de su vida. Hace unos meses estuvimos visitando algunas naves de la siderúrgica, en las que se mantenía una actividad reducida, porque la demanda había caído. Pregunté por la cementera y me dijeron que también habían tenido que reducir la producción. ¿Y cuánto tiempo podéis soportar esta situación sin despidos? Juan Sillero no me contestó, pero hizo un gesto en el que se reflejaba claramente que ésa posibilidad los estaba torturando.

De lo único que he oído presumir a Alfonso Gallardo es de abrir puertas y generar trabajo. Nunca habla de dinero y jamás se regocija por los beneficios ni de las cuentas de resultados. Los que le tienen una ojeriza patológica no lo aceptarán, pero Gallardo valora más el trabajo que la empresa y para él es un festejo cada puesto que crea. Él cuantifica la importancia de una empresa por el trabajo que general más que por los beneficios que reporta. Por eso sé que estos son momentos especialmente difíciles, porque su chips mental no está programado para los despidos y esta ERE suspensiva, la más suave, que afectará a 146 trabajadores, ha debido ser como tragarse un erizo.

Se sabe que lo de Alfonso Gallardo con el trabajo es pura adicción, porque al trabajo dedica su vida y está pegado al currelo con verdadera delectación y dependencia. Una vez me dijo que el día más tonto de la semana es el domingo. ¿Y sólo disfruta trabajando?, me preguntó un día Pedro J. Ramírez. Le gusta la buena conversación, el buen vino, el buen jamón, los toros y el flamenco, pero si atisba la posibilidad de levantar algo nuevo, lo deja todo y con una tortilla francesa puede pasar el día. Con esa fijación personal ha conseguido levantar un imperio industrial, un pulpo que extiende sus brazos fuera de Extremadura y de España y que, a la hora de la verdad, genera actividad para más de 5.000 familias. Algunas neuronas poco comunes deben amueblarle la cabeza, para empujarle con tanta fuerza, tanta fe y tanta decisión, porque, además, hace ya mucho tiempo que le salió la barba.

¿Por qué escuece en esta Extremadura del paro que un empresario levante empresas de éxito, que generan miles de puestos de trabajo? Sonará a coña, pero yo creo que deberíamos clonarlo y poner un Gallardo en cada pueblo. En este día, amargo para el empresario jerezano, debería recibir, como mínimo, un guiño de complicidad, porque mientras más gallardo, más Gallardo ¿Por qué ha cesado en Extremadura el llanto por nuestras carencias industriales y damos la sensación de que bajo la piel de cada extremeño anida un ecologista visceral? ¿Qué diríamos de Alfonso Gallardo si su empeño lo hubiera puesto fuera de Extremadura? Seguro que andaríamos detrás de él, suplicantes, y que no perderíamos ocasión para censurarle su lejanía. Y, por supuesto, ya le habríamos llevado la Medalla de Extremadura a su casa. ¿Habrá hecho la “medallada” Monserrat Cabellé por Extremadura más que Alfonso Gallardo? La duda no me deja dormir.

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