viernes, 29 de agosto de 2008

Hienas al paso

hienas de paso
A veces me he preguntado por la autoría de algún que otro 'Gora ETA', rotulado sobre alguna pared de Extremadura y me han intrigado mucho esos cientos de votos que los proetarras sacan siempre en las elecciones europeas. ¿Quién puede votar a ETA en Extremadura, quien puede respaldar a ETA desde la pintada de una pared, quienes pueden en nuestra tierra sentirse identificados con una banda terrorista que ha matado a ochocientas cuarenta personas, entre las que se cuentan cincuenta y cuatro extremeños? Sé que hay más alimañas de las que se ven y sé que entre nosotros tiene que haber de todo, pero me inclino a pensar que las pintadas a favor de ETA las hace algún desalmado al paso y que los votos que saca en Extremadura andan entre el despiste, la ignorancia, el azar o la idiocia.


No hace falta ningún esfuerzo intelectual para entender que en el País Vasco los terroristas tenga un tirón electoral importante, casi fijo, y que logren representación en la práctica totalidad de las instituciones, porque allí disponen de una cuota clientelar importante y ETA, como todas las mafias, tiene una red localista en la que prima el odio, inyectado desde la infancia y que concluye en una especie de «cosa nostra vasca», pero fuera del proteccionismo territorial de la cerrazón, es difícil entender que alguien se alinee con el miedo, con el dolor y el tiro en la nuca.


Para mí que los escasísimos palmeros que a ETA le salen en cada provincia, son gente muy marginada, de esas que gritan el «mientras peor, mejor», porque se encuentran en una situación límite. Pobre gente en definitiva, aunque a mi me gustaría poder mirar a los ojos al extremeño que libre y voluntariamente vota a ETA, escribe 'gora ETA' o destruye un monumento de homenaje a las víctimas de ETA.


Esto último es lo que ha ocurrido en Calzadilla de los Barros, unos de los pueblos más bonitos, limpios y hospitalarios de Extremadura, situado en la comarca de Zafra-Río Bodión y al paso de la Vía de la Plata.


La corporación calzaillera, presidida por un hombre gentil y bueno, como es su alcalde, Antonio Galván, acordó levantar un monumento a las víctimas del terrorismo y dedicarles una arboleda, 'El bosque de los presentes' en el que cada árbol llevará el nombre de una de las víctimas. Muchos familiares ya han pasado por Calzadilla y han llorado ante el nombre de su padre, hermano, hijo, amigo que acabará perpetuándose en un árbol de Calzadilla. Calzadilla es un pueblo rico en imaginación, pero su corporación es pobre en recursos y tuvieron que ahondar sus arcas para levantar un monumento que, incomprensiblemente, ha amanecido destrozado.


¿Quien puede destrozar un monumento que ensalza y perpetúa el recuerdo de las víctimas de los terroristas? El buen alcalde está dolido y desconcertado, pero él sabe que los desalmados que han cometido semejante proeza, ni son calzailleros ni son extremeños. ¿Hienas de paso o algo peor!

viernes, 22 de agosto de 2008

Bla, bla, bla, bla, bla

bla, bla, bla
En algunos asuntos Fernández Vara dice seguir la senda y el consejo de Ibarra, pero en otros es evidente que sigue la trayectoria de Zapatero, con lo que se está convirtiendo en una especie de híbrido entre Zapatero e Ibarra, cogiendo lo peor de cada uno de ellos. ¿Por qué no se decide Fernández Vara a ser Fernández Vara? De Ibarra ha cogido la contradicción permanente, sacando pecho con declaraciones grandilocuentes, aparentando un criterio irreductible para finalmente someterse, colocando por encima de todo a los intereses del PSOE. ¿Se acuerdan ustedes de sus declaraciones cuando Zapatero aceptó publicar las balanzas fiscales? Vara salió, todo gallito, para sentenciar que eso era un disparate inconstitucional, pero acto seguido ejercitó el tancredismo y se tragó las balanzas, sus palabras y la inconstitucionalidad del invento. ¿Cómo puede justificar no haber presentado recurso de inconstitucionalidad contra una medida inconstitucional que perjudica a Extremadura? Bla, bla,bla,bla.


Llega la crisis del sector inmobiliario, que arrastra a casi todos los sectores y Vara vuelve a imitar al peor Ibarra en algunos de sus célebres «inventos del TBO» Para paliar la crisis galopante del sector, se saca de la chistera el conejo de la venta de viviendas sociales, que es una medida desternillante y que ha dejado al sector inmobiliario con la boca abierta porque ¿qué tiene que ver su crisis con la venta de viviendas sociales? Si la Junta vende sus viviendas, la Junta hará caja, pero el sector inmobiliario se verá afectado negativamente porque desde la Junta se le está haciendo una competencia desleal y en el peor de los momentos. ¿De dónde va a sacar la Junta a los compradores de sus viviendas sociales? Parece que quieren ofertar las viviendas a los propios inquilinos pero ¿financiará la Junta la venta de las viviendas sociales de la Junta? Bla, bla, bla.


El sector está en crisis porque no hay compradores y no hay compradores porque no hay financiación y no hay financiación porque hay una quiebra en la economía y los bancos no quieren correr riesgos con hipotecas que pueden resultar fallidas. En esta situación, animar a los inquilinos a adquirir las viviendas es bastante difícil, a no ser que se les oferte un precio de favor y sea la propia Junta la que se ponga como garante de una financiación que los bancos no aceptan con la simple hipoteca de lo financiado. El problema del sector inmobiliario es que disponen de unas viviendas que no logran vender y cada día que pasa el problema se incrementa por los intereses bancarios. Para lograr un equilibrio presupuestario deberían incrementar el precio de unas viviendas que no se venden ni a la baja. Otro problema, igual o parecido, es que disponen de unos terrenos, igualmente hipotecados, sobre los que no pueden edificar porque sería absurdo incrementar la oferta cuando no existe demanda. ¿Qué tiene que decir el presidente de la Junta, además de bla, bla, bla?

viernes, 15 de agosto de 2008

Poderoso caballero



Un mercado como el chino, con 1.500 millones de consumidores, es lo suficientemente fuerte y tentador como para aparcar las reservas hacia los regímenes totalitarios, en los que los derechos humanos son una entelequia y la democracia una palabreja sin contenido. Durante los últimos cinco años, en esa China olímpica de sonrisa abierta y acogedora, de luces y colores, han ejecutado una media de 20 personas diarias, alcanzando la cifra aproximada de 7.500 ejecuciones anuales. No hay datos oficiales porque el Gobierno chino se niega a airear sus miserias, pero no han dejado de reconocer que ha existido un mercado de órganos humanos procedentes de los ejecutados y parece que, a veces, se han priorizado las ejecuciones en función de «demandas específicas», que según dicen ya han erradicado. Eso sí, para mitigar el efecto negativo que para su imagen olímpica tiene la venta de órganos de ejecuciones, aclaran que todas las «donaciones» fueron previamente autorizadas por los donantes. ¿Ja, ja y ja!


¿No tienen nada que decir los 205 países que compiten en estas Olimpiadas? Compiten todos con una pinza en la nariz, silbando y mirando para otra parte. ¿Poderoso caballero es don dinero! ¿Debemos creer que miles de sentenciados, poco antes de su ejecución, quisieron reconciliarse con la Humanidad, donando sus órganos para salvar vidas y enriqueciendo de paso a sus verdugos? ¿Si eso es así, los ejecutados eran unos angelitos de alas blancas, túnicas azules y coronitas celestiales! En el Hospital Central de Tianjin, aseguraban disponer de un banco de órganos «amplio y de garantías», pero recomendando paciencia porque muchos donantes «aun no habían determinado su disposición definitiva». Si no estuviera escribiendo sobre algo tan repugnante y terrorífico, hasta podía caer en la tentación del chiste negro, porque esto supera la visión catastrofista de Aldous Huxley en su idea de 'Un mundo feliz'.


La Sociedad Británica de Trasplantes, ha denunciado La práctica, poniendo en cuestión los trasplantes de hígado efectuados a ciudadanos occidentales. De momento, resulta poco tranquilizador que las ejecuciones hayan cambiado el expeditivo procedimiento del tiro en la nuca por algo menos lesivo, como es la «infección letal», que puede inutilizar el aprovechamiento de órganos. Según Amnistía Internacional, la mayoría de los procesos judiciales que concluyen en penas capitales, están plagados de irregularidades, pero eso no anima a las apelaciones, porque, además de costosísimas, suele ocurrir que antes de que se llegue a la nueva vista del caso, el preso ya ha hecho «donación expresa de sus órganos». Ustedes ya me entienden. Ahora, con motivo de las Olimpiadas y en un afán evidente de limpiar su imagen y no animar las protestas de las organizaciones humanitarias, el Gobierno chino ha aplazado todas las ejecuciones, pero eso sólo servirá para que su número aumente cuando se apague la antorcha olímpica. ¿Tendrán que hacer horas extras! Es para salir corriendo, pero ¿quién se atreve a correr de un mercado de 1.500 millones de consumidores? A la vista está, nadie.

viernes, 8 de agosto de 2008

Salvajadas de verano


Sé que lo que se lleva hoy en Extremadura es posicionarse respecto a las chorradas del concejal catalán, secundadas por el gilipollas de ERC, pero lo que el cuerpo me pide es escribir de un asunto serio y preocupante, como son las salvajadas estivales, la tortura de los animales, amparadas en festejos y tradiciones.


Si es por tradición, todavía podíamos seguir justificando la quema brujas, la lapidación de las adúlteras, el derecho de pernada o el campanillo en los leprosos. Hay tradiciones repugnantes que pudieron tener alguna justificación en su día, pero que hoy no son más que resquicios de brutalidad de un tiempo supuestamente superado.


En verano hay «tradiciones» en cada pueblo y es fácil asistir a espectáculos denigrantes en los que el civismo tradicional que pretenden preservar, consiste en torturar a algún animal. Toros, cabras, perros, gansos y gallos sirven en su sufrimiento para diversión de padres e hijos «porque así se ha hecho siempre y esto es tradición en nuestro pueblo». Estas prácticas populares son las que han movilizado a cinco millones de ciudadanos en la Unión Europea para que corten de raíz la tortura de animales.


Hace años, 600.000 españoles presentamos en el Congreso una petición para que se considerara delito toda tortura infligida a los animales. Se acogió la petición por unanimidad y se modificó el Código Penal, pero las «tradiciones» imponen su ley particular y cada verano se reedita las torturas de los animales. La Ley aprobada no sirve para nada.


En una tertulia taurina oí relatar a un picador de la cuadrilla de Paco Camino, que él sentía el pánico de los caballos cuando en los corrales los preparaban para salir al ruedo. Explicaba el picador que nada más oír el ruido ambiental, el jaco comenzaba a sudar copiosamente y cuando lo montaba sentía los temblores y el miedo del animal. Aseguraba que el día de la corrida los caballos estaban especialmente inquietos, comían menos, bebían mucha agua y se asustaban por cualquier ruido. Y añadió, con mucha reserva, algo que me conmovió profundamente: «En algunas ocasiones, al taparle los ojos, antes de salir al ruedo, algunos caballos lloran y las lágrimas les llegan hasta el hocico».


Está claro que los animales tienen memoria escénica, sienten, sufren y somatizan su angustia con sudor, temblores, sed y puede que incluso con llanto. Las tradiciones, las costumbres, el se ha hecho siempre, el turismo y el folklore, no pueden servir de parapeto para justificar prácticas en las que no caen ni los propios animales. Torturar a un animal, propiciándole un sufrimiento innecesario, es hoy un delito y no hay tradición que exculpe a los que lo hacen, aunque electoralmente convenga mantenerlas.


Mal asunto es iniciar a nuestros hijos en salvajadas locales, enseñándole en vivo y en directo la cara de la crueldad que solemos ocultar bajo apariencias respetables. El que tortura a un animal puede torturar a un hombre.

viernes, 1 de agosto de 2008

Un inocente en la calle



ACABA el buen señor de salir de la cárcel, donde ha pasado 13 años por un delito que no cometió. Tiene la mirada perdida, tartamudea, camina con torpeza, está desorientado y se ha enfrentado a los periodistas para explicar su caso y pedir una justicia en la que, incomprensiblemente, dice creer, aunque asegura: «A mí entoavía naide ma pidío perdón». Lo peor ya pasó para él, pero todavía le queda mucho calvario por recorrer porque la cárcel es un abismo del que no se sale ni cuando se sale de ella. Trece años cociéndose a fuego lento en la olla de aquella cocina, no hay cabeza que lo soporte, sin perder el equilibrio y el sentido de la distancia. Muy posiblemente incluso él mismo ha debido sentirse culpable durante este tiempo, porque allí todo acaba desfigurándose. Supongo que este pobre hombre reclamará y supongo que logrará una compensación económica que, sea cual sea, siempre resultará ridícula. La cárcel no se paga con nada y 13 años de cárcel no hay fortuna que los compensen.


En los últimos años, con el famoseo entrando y saliendo de alguna prisión, se ha distorsionado la realidad de ese submundo, alineándolo con la frivolidad de un acontecimiento social, pero la cárcel es terriblemente dura y sella con tinta indeleble a todos sus pupilos. Recuerdo que en una de sus salidas, con motivo de un permiso penitenciario, Mario Conde le echó histrionismo al asunto, intentando relativizar el peso de la condena que sobrellevaba, pero poco después apareció derrotado y, como este señor, desorientado, con la mirada perdida y sin encontrar la palabra correcta. Hace unos meses apareció por primera vez en un programa de televisión y llevaba en su rostro los surcos de la lejanía y el anagrama inconfundible de la prisión.


En cualquier circunstancia y ante cualquier delito, la prisión es siempre la consecuencia de mayor calibre, pero ¿se suponen ustedes el efecto multiplicador de la pena que debe imponer la inocencia? Allí dentro nadie cree en la inocencia de nadie y una vez que aquel estómago engulle a su presa, todo queda bajo el mismo rasero de la culpabilidad. Resulta tan ridícula la proclamación de la inocencia que lo más normal es que este señor haya pasado años sin encomendársela a nadie, pese a que en el colectivo de profesionales que allí desempeñan su encomiable labor, no se ignoran estos fallos del sistema.


Decía el canciller austriaco Kaunitz que «detrás de cada esquina hay un cuchillo buscando gargantas», pero la violencia de la calle tiene su propio alarido entre los muros de una prisión, donde las pasiones se crecen y donde no es posible el escapismo. Allí hay una escogida representación de todas las incapacidades y, como en un zoo humano, están todas las especies ¿Qué puede contar este pobre hombre de lo que ha visto y sentido allí dentro y qué podemos contarle de lo que ha dejado de ver y de sentir aquí fuera? ¿Estará en la playa el juez que lo condenó?