viernes, 6 de junio de 2008

¡ Que parezca un accidente !


Unas escuchas telefónicas, autorizadas judicialmente para ultimar las pesquisas de un asesinato, han derivado hacia otras tramas mafiosas, en las que está inmersa una de nuestras actrices. Esta pretendía vengarse de un presentador de televisión, contratando los servicios de unos “profesionales” para que le dieran una paliza. Aunque la notoriedad pública de los protagonistas haga saltar las alarmas no hay nada original en todo esto. En Internet podemos encontrar la oferta de “especialistas” dispuestos a hacer un trabajito de liquidación, pero que parezca un accidente, por 60.000 dólares. Los “rompepiernas” salen más económicos, aunque hay que abonar dietas y gastos de desplazamiento.

Es verdad que algunos llevan sus fobias por los derroteros de las palizas y eso da grima y merece el rechazo colectivo, pero ¿y “Los Miami” del poder, que se prestan a cualquier juego sucio, comportándose como auténticos “rompepiernas” al servicio del que les paga? Nadie se escandaliza con los mafiosos que utilizan las instituciones para sentar las bases del miedo y “romper las piernas” del adversario. Ni con los que elaboran listas de afines y proscritos, para pagar a los cercanos y perseguir al que le cae mal? ¿Y los que intentan amordazar a los medios de comunicación, amenazándolos si no se avienen a sus intereses? ¿Y los que se ufanan públicamente de tener en sus manos la concesión de licencias y se pasan la vida mandando avisos a navegantes? ¿Y los que envían sicarios con misivas amenazantes? ¿No es eso una paliza, una forma muy efectiva de “partir las piernas” al que discrepa? ¡Es igual, pero más abundante, menos arriesgado y mucho más cobarde!

En las denuncias por maltrato se distingue entre el físico y el psicológico y no está muy claro cual de los dos es peor, más corrosivo y continuado, pero parece estar asumido que el que tiene el poder puede ejercerlo vulnerando cualquier principio de equidad o justicia. ¿Se escandaliza alguien porque se demuestre que un pueblo está siendo marginado porque su alcalde pertenece a un determinado signo político? ¿No se ve con naturalidad que los cercanos al poder tengan mejores accesos para circular por las instituciones? ¡Nadie se escandaliza porque una buena amistad acorte los plazos de una licencia, una concesión o una subvención! ¿No son también prácticas mafiosas? ¿No es eso partir las piernas al adversario? La “cosa nostra” está más extendida de lo que parece, porque sigue habiendo mucho padrino y muchos secuaces dispuestos a hacer el trabajo sucio que le encomienden.

En España, después de 30 años, seguimos en el parvulario de la democracia, seguimos tolerando caciques y reyezuelos de opereta, seguimos viendo con naturalidad que el poder se utilice de forma torticera y que el fulanito que tiene la llave de la caja de todos, la abra a capricho y distribuya según le convenga a su ombligo… ¡Y ni siquiera se toman la molestia de que parezca un accidente!

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