miércoles, 19 de septiembre de 2007

Injurias a la Corona


La policía, el Fiscal de la Audiencia Nacional, los Mossos d´escuadra, la Consejería de Interior de la Generalidad, la Audiencia Nacional y no sé si también el Ejército, la ONU, la Interpol y los municipales de Barbate, andan a la busca y captura de unos supuestos independentistas que quemaron fotos del Rey, con motivo de su visita a Gerona. Parece que quemar fotografías del Rey es un delito y por tanto poco puede objetarse de que tal delito se persiga y se detenga a los supuestos delincuentes, pero lo que no entiendo muy bien es por qué es un delito quemar fotos, sean del Rey, del Presidente del Gobierno, de la señora de la limpieza o del zapatero de la esquina. ¿Está así estipulado en las leyes, códigos, reglamentos…? Pues yo sigo preguntándome por qué, porque para mis cortas entendederas de lego absoluto, quemar una foto del Rey es mostrar un rechazo, una opinión política, y el Rey y la monarquía entran en el terreno de lo opinable.

¿Es España una monarquía parlamentaria? Si ¿El Rey es el jefe del Estado? También ¿Estamos todos obligados a ser monárquicos? Creo que no. ¿Es más grave quemar una foto del Rey que publicar fotos de Jesucristo y de la Virgen en actitudes pornográficas? A esto ni respondo, pero me gustaría que la progresía y la modernidad intelectual se posicionaran al respecto.

Nos alarmamos de que los integristas islámicos persigan a muerte al autor de unos versos contra el Corán y mostramos nuestro rotundo rechazo y nuestra alarma de seres tolerantes y civilizados a que monten trifulcas por unas caricaturas del profeta Mahoma, mientras vemos con absoluta normalidad que unos separatistas republicanos sean perseguidos y encarcelados por quemar unas fotos del Rey. ¿Son intolerables las algarabías de los islamistas por las caricaturas de su profeta y es tolerable que se secuestre una revista por las caricaturas de príncipes y princesas? Parece que sí, pero yo no lo entiendo y no creo que por no entenderlo vengan a detenerme.

El concepto de divinidad ya no anida en cetros y coronas y, hasta donde uno alcanza, el Rey es una figura política a la que hay que respetar, pero sobre la que se puede discrepar. Estamos todo el día justificando los nacionalismos, incluso los excluyentes; vemos como anecdótico que unos fulanos encapuchados fusilen el cielo durante un mitin separatista; nos parece gracioso que el presidente de Cataluña se coloque burlescamente una corona de espinas y consideramos arte unas fotos pornoblasfemas, pero no parpadeamos si se encarcela a unos republicanos que muestran su rechazo de la monarquía y queman fotos del Rey.

Están editadas las caricaturas, “Los borbones en pelotas”, que los hermanos Bécquer publicaron en su día sobre Isabel II y sus supuestas relaciones con el general Serrano y con otros muchos, pero hemos progresado tanto y nos hemos hecho tan tolerantes que ciento cuarenta años después perseguimos a los que queman una foto del Rey o publican una caricatura de su hijo. Será normal, justo y necesario, pero yo no lo entiendo.

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