sábado, 5 de mayo de 2007

Si bebes, no conduzcas


Yo no sé si las campañas de concienciación de la Dirección General de Tráfico logran dar en la diana de su objetivo último, que es reducir el número de accidentes y víctimas, pero desde luego creo que son necesarias. A mi me han hecho reflexionar y creo que con ellas todos los conductores hemos crecido un poco. ¿El que esté libre de pecado que tire la primera piedra? No seré yo el que lo haga porque la dimensión exacta de las consecuencias del alcohol en la conducción, creo que como a todos los demás, me llegó con el tiempo y la ayuda de estos aldabonazos publicitarios de la DGT. Ahora, cuando tengo que conducir, no pruebo el alcohol y así no me complico con el cálculo de la tasa que sobrepasa lo permitido, pero reconozco que he conducido sin esas prevenciones que ahora me tomo y creo que en alguna ocasión he podido hacerlo superando la tasa que hoy dia marca la prohibición.

La carretera es un peligro constante y todos debemos poner de nuestra parte para evitar tragedias propias y ajenas. Evitar el exceso de velocidad, abrocharse el cinturón, mantener la distancia de seguridad y huir de la somnolencia tras una comida copiosa y bien regada, son mandamientos de la ley de todo buen conductor. Y esto no admite bromas ni deslices dialécticos, porque el asfalto está muy regado de sangre y de tragedias. Por eso cuando escuché a Aznar su improvidada perorata sobre el vino, mezclándolo con la condución, las prohibiciones y las campañas de la DGT, en plan libertario y autogetionario, me sonó mal y para mis adentros me acordé de aquello de “si bebes no conduzcas y si tienes que hablar tampoco”. Creo que si existiera la moviola Aznar no diría lo que dijo, ni donde lo dijo, ni como lo dijo. Aznar no es ningún locuelo estrafalario aunque ahora, a su edad, se permita la licencia de una melena que, cuanto menos, llama la atención.

¿Hay que aprovechar la ocasión y buscarle la yugular al PP por la impertinencia de Aznar? Los ex presidentes del Gobierno cuando bajan de la púrpura, tienen el impulso natural de acelerar su normalidad como ciudadanos y no pueden sustraerse al atractivo de opinar con una frivolidad de la que antes habían huido. ¿Recordamos las paridas, las chorradas, las salidas y los dislates de Felipe González después de dejar el cargo? Dan para un libro. Tal vez deberían exigirse la sobriedad hasta el final de sus días pero, por desgracia, Adolfo Suárez no hay mas que uno.

Yo creo en la eficacia colectiva de prohibir los excesos, creo en las campañas preventivas de la DGT, creo que hay gente que usan el coche como si fuera una metralleta, creo que alcohol y coche no tienen rima y creo que Aznar, en esta ocasión no estuvo, ni en la forma ni en el fondo, a la altura exigida. Amen.