martes, 24 de abril de 2007

Más estrella que juez


Si yo tuviera el infortunio de pasar por un trance judicial y me diera de frente con la Audiencia Nacional, mi desgracia sería doble si cayera en manos del juez Garzón. La razón es que yo no confío en la equidad de este señor y creo sinceramente que sus determinaciones están supeditadas a un cúmulo de circunstancias, más mediáticas que legales. Se le define como "juez estrella" y eso ya dice bastante de él, porque los que aún seguimos creyendo en el sistema, aspiramos a un juez sensato, silencioso, ecuánime y reflexivo, al margen de divismo de los relumbrones de portada y fogonazos de la tribuna pública.

Creo que el juez Garzón no puede vivir sin el calorcillo de los focos y que su punto di mira lo tiene más en las dianas mediáticas que en la razón, primera y última, de la Justicia. No tengo ninguna confianza en un juez que está en todos los guisos, que opina de todo, que no sale de un charco y ya está metido en otro y que tiene una demostrada vocación política y mediática. Justicia y política no son términos contrapuestos, pero tampoco son complementarios y yo, no puedo evitarlo, pongo en cuarentena mental todas las determinaciones de este juez que, aunque lo sea, me parece poco fiable.

Ahora trasciende la noticia de que Garzón es el responsable directo de que Batasuna haya recuperado 48 "herriko tabernas" y yo me pregunto que a qué juega este señor.

Si los plazos han caducado el embargo porque Garzón no lo ha renovado a tiempo ¿no se le pueden pedir responsabilidades?, ¿no se puede juzgar al juez?. El Tribunal Supremo no debería quedarse al margen de una decisión que, por acción negativa u omisión positiva, devuelve a los violentos parte del patrimonio que en su día se les incautó. Las "herriko tarbernas" son, entre otras cosas, sedes encubiertas y clientelares de los violentos y fueron embargadas hace cinco años para desposeer a ETA de una sólida infraestructura política. En ellas se ha encontrado de todo y se supone que cuando los jueces tomaron la decisión de cerrarlas es porque tenían claro que en las "herriko tabernas" se desarrollaban actos delictivos, que superaban la apariencia bonachona de lugar de esparcimiento y chateo.

Ha trascendido que los jueces del Tribunal Supremo, cuando escucharon el informe del presidente de la Sala de lo Social, Joaquín Samper, se mostraron "seriamente preocupados y sorprendidos", pero no se sabe si se van a cruzar de brazos ante esta decisión, omisión o dejación de Garzón o van a obrar con arreglo a la preocupación y la sorpresa que el juez estrella les ha deparado al permitir que Batasuna recupere tan importante patrimonio. ¿Puede Garzón hacer lo que le venga en gana? Si con el trajín que se trae, se le pasan las fechas que marca la Ley para prorrogar el embargo, creo que alguna medida deben tomar los jueces del Supremo, que trascienda a la de la mera preocupación y la sorpresa.

La Ley Hipotecaria establece que las anotaciones preventivas de embargo caducan a los cuatro años, pero que son prorrogables, siempre y cuando se efectúen antes de que expire dicho plazo. Pero a Garzón se le ha pasado o ha querido que se le pase el plazo y el registrador de la propiedad se ha visto obligado, por imperativo legal, a levantar el embargo y devolver los locales a Batasuna. Esta decisión del juez responsable de prorrogar el embargo, hace que ETA y su entorno recuperen los locales que utilizaban, como estaba demostrado, para elaborar sus estrategias de extorsión y chantaje y no para que los abueletes pudieran echarse unas cartas, leer el periódico y ver la televisión. Las 48 sedes devueltas a Batasuna no ayudan liquidar un patrimonio que había sido incautado de forma cautelar. ¿Y el régimen disciplinario de los jueces? Parece que en él se recogen sanciones graves para los jueces que desatienden la tramitación de un proceso o incurren en retrasos injustificados. Pero ni Garzón, pese a sus aparentes superpoderes, puede estar en dos sitios a la vez y es notoria su dejación de ciertos sumarios mientras él se dedica a autopromocionarse, no se sabe muy bien para qué. Garzón parece prestar más atención a la dictadura que sufrieron los argentinos que a las actividades del terrorismo, que tiene encomendado en la Audiencia Nacional.

Si el embargo de las "herriko tabernas" se nos vendió en el 2002 como una medida necesaria para atajar la "visible clandestinidad" de los terroristas, el juez Garzón ponen en cuestión todo aquello, porque la devolución a Batasuna de tan importante patrimonio, cinco años después, acoge las razones que en su día esgrimieron los violentos, en la misma medida que elimina las razones del embargo.

¿Esto también facilita el "proceso de paz?. Lo que está claro que va a facilitar es que las alimañas vuelvan a sus guaridas y que cara al proceso electoral que se avecina, ya disponen de una infraestructura de la que, al menos en apariencia, carecían. Los del entorno etarra ya pueden potear en sus tabernas, mientras el juez Garzón se maquilla para una nueva sesión fotográfica. ¡Qué cosas!

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