miércoles, 14 de febrero de 2007

No me des la murga


Está bien eso de divertirse y sacar punta a la actualidad, pero nuestro Carnaval necesita pasar una temporadita en el taller de chapa y pintura, porque se repite y se repite hasta aburrir por previsible. Ya sé que todavía participa mucha gente, que hay esfuerzo, ilusión, entrega, competencia… y que la puesta a punto comienza con el año, pero ¿qué diferencia hay entre el carnaval del 2007 y el del 1997? Salvo la actualidad de algunas letrillas apresuradas, los podíamos intercambiar y nadie lo apreciaría, porque el Carnaval lleva treinta años con el mismo libreto y lo que ha ganado en fastuosidad lo ha perdido en interés popular. ¿Qué hay que hacer? Yo no lo sé, pero doctores tiene el Carnaval.

Unos años atrás había codazos para lograr una entrada y hasta denuncias por prevaricación, porque algunos se colaban por ser titos y primos, pero en esta edición han sobrado butacas, incluso en las semifinales. Hay poco recambio en las voces, las escenografías no han mejorado, las letrillas se superponen, las risotadas son las mismas y las pullitas, en muchos casos, no salen de los estereotipos que anquilosan y enmohecen. El carnaval en Extremadura se está quedando en mera murga. Y las murgas murgas son.

Sin ningún ánimo chauvinista, que para otros asuntos lo quiero yo, creo que es justo reconocer que Badajoz es la capital del Carnaval, porque aquí prendió la mecha de su reinicio, treinta años atrás, y aquí se dio el escopetazo de salida para toda Extremadura, pero apenas ha evolucionado en su contenido y en cada cita decrece el entusiasmo y la participación de la calle. Unas ediciones más y se verá como algo ajeno y prescindible, encorsetado en el empeño de unos centenares de entusiastas que se lo pasan muy bien versionando y versionándose. Y el Carnaval sin la calle, sin el aliento del paisano que sale para estar y participar, aunque sea con algo tan simple como una careta de Rajoy ó Zapatero, perderá su dimensión y pasará al reducto de las fiestas privadas o gremiales. Si es eso lo que se quiere, no hay que cambiar de rumbo.

Es evidente el interés institucional por impulsar la participación y es evidente el esfuerzo, muy meritorio, de todos los que se machacan la voz, las piernas y los oídos para dar sonoridad y colorido al Carnaval. Sería injusto no reconocer que Ayuntamiento, murgas y comparsas se lo curran. Desde primeros de enero ocupan explanadas, salones, terrazas y cocheras y sé de muchos que en septiembre ya andan con los diseños, los pasos y la rima de las letrillas, pero renovarse o… El Carnaval languidece porque necesita una puesta a punto, una inflexión que lo actualice y lo haga resurgir de nuevo, devolviéndolo a la calle, que es su legítima propietaria. Si la calle da la espalda, y eso es lo que hay que evitar, todo esfuerzo será de respiración asistida, mera pretensión para sostener algo que, como el agua, se escapa entre los dedos. Lo peor para el Carnaval es que empiece a dar la murga.

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