lunes, 29 de enero de 2007

817 cruces


Un maestro que tuve, paciente y sabio, siempre que hablábamos de cantidades mayores nos pedía que las dibujáramos mentalmente para poder asimilarlas. ¿Un millón de palomas? Nosotros, siguiendo su solicitud, las imaginábamos en fila, una a una, cubriendo los espacios y las distancias y después nos atrevíamos a traducirlas en metros: “Yo he llegado desde aquí a mi casa, y yo desde aquí al ayuntamiento, y yo desde aquí a la peluquería de Juan, y yo…” El caso es que el procedimiento, por rudimentario que parezca, servía para asimilar las cantidades y tomarle el pulso a las distancias, porque veíamos que un millón es algo más que un uno y seis ceros.

Pues bien, siguiendo la metodología de mi maestro, cuando leo que ETA ha asesinado a 817 personas, yo hago abstracción del número, que es frío e impersonal, e imagino una fila de 817 cruces, en fila, una detrás de otra, clavadas en la cabecera de cada montículo y sitúo sobre la confluencia de los palos una tablilla y después intento personalizar cada tablilla con un nombre. Detrás del nombre sitúo un pueblo, una familia con su dolor, con su desgarro, con su mutilación, con su desestructuración, con… y el reguero de sangre da la vuelta a España, porque incluso Extremadura, donde no ha habido ningún atentado, ha puesto 54 cruces, 54 sonrisas en la cara de la gentuza como De Juana Chaos. ¿Y los 18012 mutilados, los 19 parapléjicos, los lesionados cerebrales, las secuelas sicológicas? De esos ni nos acordamos.

Pero mal asunto es olvidar a los caídos y alinearse en la comprensión con los que propiciaron el terror. Las 817 cruces de los asesinados por ETA debemos sellarlas a fuego en nuestras conciencias porque no hay mayor decadencia que la que propicia la perversión del lenguaje. Mientras los terroristas tienen su ruta muy definida, parece que el Gobierno anda a la deriva y con la brújula oxidada. Así ocurre lo que ocurre.

Arthur Schopenhauer decía que “no hay viento favorable para el que no sabe que puerto se dirige” y sería conveniente que los que deben guiar esta nave, España, pensaran más en la nave que en su futuro personal.

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