sábado, 9 de diciembre de 2006

Muy gallardo


Días pasados, en un hotel lejos de España, pongo la CNN internacional y me encuentro con Extremadura, Badajoz, Cáceres, Mérida, con una cuidada panorámica de Jerez de los Caballeros y con la singular figura de Alfonso Gallardo. La primera sensación fue de sobresalto, porque soy amigo de Alfonso Gallardo, lo quiero y lo admiro. Entro a media noticia y no entiendo muy bien lo que dice el locutor, pero me tranquilizo porque deduzco que el industrial extremeño ha vuelto a dar un zarpazo, ahora europeo, en el difícil mundo del acero y que su sombra, más alargada que la del ciprés, ya se proyecta en Alemania y tiene cabida en la portada de un informativo internacional. Evidentemente se trataba de una noticia muy importante, de indudable alcance industrial que, ya me dirán ustedes si no era extraño, partía de Extremadura.

He escrito algunas cosas sobre Alfonso Gallardo, obligadamente laudatorias porque desde hace muchos años considero que es una de las personas que más han hecho y más han arriesgado por Extremadura. Lo conozco bien, sé lo que lo impulsa, sus motivaciones y desvelos y cada día se acrecienta más en mí la admiración que me produce un personaje de su talla empresarial y categoría personal. Alfonso Gallardo es un lujo sobre el que, como suele ocurrir, vertemos un montón de idioteces, acostumbrados como estamos a criticar lo que no entendemos, siempre con desproporción y casi siempre con mucha malicia y no poca ignorancia. ¿Qué tiene que hacer Alfonso Gallardo para hacerse perdonar por haber partido de la nada absoluta empresarial y abrir hoy los informativos de la Unión Europea?

Conociendo la magnitud del grupo empresarial que preside, al principio me resultaba paradójico que se situara a la Junta inmediatamente detrás de sus éxitos, porque las iniciativas empresariales de la Junta sorprenden precisamente por la contundencia y la perdurabilidad de su fracaso industrial. Y hace siete años (HOY 22.5.99) ya dije que la Junta no tiene dinero para levantar un tinglado como el de Alfonso Gallardo y, lo más difícil, porque algo así no se levanta con dinero. Pero el dolondón de los cencerros sigue propagando su eco y hoy ya me resulta cabreante que se insista en semejantes paparruchas que, antes de nada, delatan nuestra mezquindad y las cortas entendederas que tenemos. Hace pocos días un empresario aseguraba que con las ayudas que tiene Alfonso Gallardo, era fácil exponer como él expone y subir como él sube, pero yo sigo a la espera de que alguien, con un mínimo de rigor y decencia, me de un solo dato que demuestre que Alfonso Gallardo se nutre de las subvenciones o recibe un euro más de lo estipulado. A veces uno se calla por prudencia y porque resulta políticamente incorrecto defender a la socorrida diana sobre la que clavamos nuestras miserias, pero cada día estoy más convencido de que lo que se dice, por indemostrable, es mentira. Y cada día me asiento más en lo que sé de primera mano sobre Alfonso Gallardo y su importancia real.

¿Saben ustedes lo que creo? Pues que a la Junta le resulta incómodo un empresario que antes de cerrar un capítulo ya está abriendo otros dos o tres y cada uno de ellos más arriesgado y sorprendente. Las apuestas de Alfonso Gallardo son órdagos continuos, porque es un hombre que se la juega en cada una de ellas y su capacidad de riesgo hasta parecería suicida si el resultado final no fueran éxitos en cadena ¿Cómo se justifica que entre el largo centenar de medallas de Extremadura, Alfonso Gallardo, que es el que más se la merece, no tenga la suya todavía? Se justifica porque a Rodríguez Ibarra, tan valiente él, le ha temblado el pulso y entre los merecimientos del empresario y los intereses políticos ha optado, como siempre, por la política.

Por todo esto uno se alegra de que Alfonso Gallardo, que está al margen de todas estas bobadas, siga creyendo en la inapelable ley del esfuerzo y, pese a todo, siga creyendo en Extremadura. Con gente así, es fácil creer en los beneficios de la clonación humana.

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