sábado, 3 de diciembre de 2005

Asesinatos a precio de saldo


En Europa no nos entienden. No debe extrañarnos que algunos países pregunten al Gobierno español si deben seguir manteniendo a Batasuna en el listado de asociaciones ilegales. Lo que ocurre es que no nos entienden, porque la España que parecía haber salido de la larga noche de la dictadura franquista, que usaba un lenguaje internacional poco ortodoxo y menos diplomático, después de casi treinta años de normalidad, vuelva por sus fueros oscurantistas y parece distanciarse, otra vez, de lo que se entiende por normalidad democrática. No entienden que salga un general para encender las sirenas de alarma por el acoso del nacionalismo separatista; no entienden que el Gobierno de España tenga por aliados a los que dicen sentirse incómodos en España y buscan la independencia; no entienden el talante cordial entre el presidente del Gobierno español y los que celebran sus fastos quemando ejemplares de la Constitución española o negociando con ETA la territorialidad para sus asesinatos; no entienden que el Gobierno preste más audiencia a un partido separatista con 300.000 electores que a la alternativa con 10.000.000 de votos; no entienden las contradicciones en el seno del propio Gobierno y tampoco entienden que se acuerde dar más a los que más tienen, rompiendo cualquier principio de solidaridad.

¿Cómo pueden entender en Europa que un terrorista como Henri Parot, con 82 asesinatos en su haber, pueda salir en libertad tras pasar en la cárcel cuatro meses y dos días por cada asesinato? Si no lo entendemos nosotros ¿cómo la van a entender en Europa? ¿Cómo pueden entender que en España se condene a un tiparraco a cumplir 4.799 años de cárcel y que a los 20 esté camino de la libertad, porque la fiscalía del Tribunal Supremo le da la razón al terrorista y se opone al criterio de la Audiencia Nacional, que cree que no debe salir de prisión hasta el 2.037? ¿Cómo pueden entender por ahí arriba que la viuda de una víctima de ETA, a la que mataron con dos tiros en la cabeza, tenga que soportar el escarnio de ver a los verdugos de su marido cada vez que sale de casa, porque ha puesto un negocio de cristalería en el bajo del mismo edificio dónde vive hace treinta años? Tampoco entienden que la directora de una cárcel pueda manifestar que “los presos de ETA son gente honrada y que de ellos se puede aprender mucho, ni que después de decirlo siga ocupando el puesto. Por no entender, tampoco entienden algo tan fácil como que en una comunidad española se persiga el idioma español, ni que los terroristas puedan concentrarse impunemente, ni que el portavoz político de ETA los arengue y hable de mesas de negociación y de victoria “para nuestra causa”. Tampoco son capaces de entender que la estrategia prioritaria del Gobierno español sea esperar el agua bendita de una tregua de ETA, que lo sabe y se hace querer, rogar y suplicar.

¿Por qué no entenderán en Europa que el presidente del Gobierno haga apología de la desobediencia civil, con la justificación de que en España hay leyes muy restrictivas para los terroristas? En Europa no se enteran y por eso no entienden que al día siguiente de participar algunos obispos en una manifestación, la vicepresidenta del Gobierno salga para anunciar las rebajas presupuestarias de la Iglesia, ni que la Iglesia se apresure a aclarar que la manifestación era de otros. Son tan cernícalos los europeos de por ahí arriba que no calibran nuestro talante y les parece mal que en un pedazo de España se subvencionen oficialmente ayudas para los asesinos que se niegan a sus víctimas, ni que se haga mofa de las sentencias de los tribunales y que otros tribunales acaben dando la razón a los que las hicieron. En Europa por no entender, tampoco entienden que en el preámbulo de un estatuto de autonomía se conceda de alguna forma la credencial de nación y que en ella ya se estén repartiendo pegatinas con el mapa de la península ibérica en tres colores, marrón para Portugal, verde para España y naranja para la nación catalana. Es que los europeos no se enteran y por eso no aciertan a comprender que cuando el presidente del Gobierno visita un rincón español, como es Ceuta o Melilla, el embajador de Marruecos hable de “visita impertinente” y el gobierno español guarde silencio. Son tal lelos los europeos que andan intrigados porque no saben interpretar los silencios del Rey

¡Lo que le pasa a Europa es que no tiene talante!

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