sábado, 14 de octubre de 2006

Una familia como otra cualquiera


Todo es normalito y en expresión de algunos cocineros autodenominados “expertos de Moncloa”, la familia real es una familia como otra cualquiera. Incluso esa feliz expresión también la ha utilizado el Gobierno a la hora de felicitar/felicitarse por el anuncio del octavo nietecillo/a real, que llegará por mayo. Verdad indiscutible. Es tan normal que por eso al anunciarse el embarazo de la esposa de Felipe de Borbón, la prensa ha sido unánime y le dedicó portada y varias páginas en el interior. La noticia abrió todos los informativos en radio y televisión y tertulias y tertulianos se han vestido de gala para comentar desde las ojeras hasta los estornudos de la feliz mamá. Es una familia como otra cualquiera y por eso lo que llegue llegará como su hermanita, en una planta reservada de una prestigiosa clínica privada y lejos de la amalgama de la sanidad pública. Fíjense si es normal que cuando apenas es un germen de dos meses, ya ocupa lugar en el cotilleo nacional, recibe el sobrenombre de “alteza” y si la criatura es un varón, entra en disputa constitucional con su hermana, a la que respetuosamente llaman “doña Leonor” y que ya tiene su club de fans, los “leonoristas”, encabezado por Boris Izaguirre.

Es una familia como otra cualquiera, es decir, con penurias económicas, dificultades para llegar a final de mes y apuntada en listado para tener acceso, si la suerte acompaña, a una vivienda social de esas de 60.000 euros. Tan normalita que, como ya ocurrió con su papá, sin ser ninguna lumbrera, hasta pueden hacer tres carreras universitarias al galope y colgar en la cuna, junto al sonajero, los entorchados de Jefe de la Fuerzas Armadas. Pueden pasar de la moqueta a la alfombra, con coche, avión y yate en perfecto estado de revista, pero, como bien se sabe, eso también está al alcance de todas las familias españolas. Y como ha pasado este año, también pueden concluir sus vacaciones a finales de agosto y andar de regatas a primero de septiembre. El asunto es tan, tan, tan normalito que parece que la mamá incluso va a pasar por el trance engorroso de nueve meses de embarazo y hasta puede que con algún vómito incluido, porque la naturaleza no respeta reales pamplinas. Como todas las mamás, tendrá una equipo médico al su alrededor y cada latido de la criaturita será analizado, medido, comparado y sopesado. O sea, como ocurre con todos los demás.

Y para no separarse del mundanal ruido, SSMM los Reyes brindarán con sidra el día que, tras una dura competición, los nietecillos logren la categoría de funcionarios en alguna comunidad autónoma, en algún ayuntamiento o se coloquen en un banco o en una gasolinera. Decía Rosthill que “la igualdad se mide por la ausencia de privilegios” y en este sentido hemos de reconocer que privilegios ni uno. Como bien se dice, la Casa Real es igualita a la casa de mi vecino, una familia como otra cualquiera.

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