sábado, 17 de junio de 2006

Donde dije digo, digo ...


Un profesor de la UEX, con absoluto sigilo y la consiguiente prudencia, porque sabe que se la juega, está recogiendo datos sobre las contradicciones de Ibarra, para dejarlas en un libro que, sin duda, será todo un éxito de ventas, aunque el problema será encontrar editorial fuera de Extremadura, porque aquí este “franquino” de medio pelo lo tiene todo “atado y bien atado”. Asegura el profesor que tiene cintas grabadas en las que Ibarra, sobre el mismo tema, dice cosas distintas en apenas tres horas de diferencia y que cuando lo explica al día siguiente aún es peor, porque se distancia de los dos postulados del día anterior e introduce otro nuevo... Lo de la autovía Badajoz-Cáceres solo es otro eslabón en la cadena.

Hace mucho que Ibarra perdió el sentido de la realidad y hace mucho que está enclaustrado en el Convento de la Egolatría y rodeado de la congregación de los súbditos de la pitanza, capaces de santiguarse por cualquier eructo suyo. Después de tantos años de aparente democracia, estamos dónde estuvimos y, con muy pocas excepciones, con el mismo miedo que tuvimos. Extremadura es una tierra acojonada, ocupada y mangoneada por un líder tribal, que sólo escucha el movimiento de sus tripas. En Extremadura hay miedo, mucho miedo y casi todo es un remedo, una mera ceremonia de representación democrática porque finalmente decide una sola persona. La Junta de Extremadura es un órgano unipersonal: Ibarra; el PSOE es un órgano unipersonal: Ibarra; la Asamblea de Extremadura es un órgano unipersonal: Ibarra; las diputaciones son un órgano unipersonal: Ibarra, y no es ninguna exageración concluir asegurando que Extremadura es también un órgano unipersonal: Ibarra. Franco tuvo tanto poder como Ibarra (no más) pero lo usó de forma menos grotesca y descarada. La diferencia entre ellos es que Ibarra no presenta ningún problema de legitimidad de origen, que es democrático.

Ibarra se ríe de las sentencias judiciales, incluso de las que señalan que en la Junta hay desviación de poder y favoritismo y, bien demostrado está, ampara y justifica todo tipo de irregularidades, incluido el robo y el uso de la cal viva para ocultar los crímenes de Estado. A Ibarra le da igual que un consejero mezcle lo público con lo privado, se lucre y enrede en las normas para favorecer a los cercanos. Y le da igual, porque él hace lo mismo. Extremadura es suya, él es amo, el que tiene la llave, aunque algunos, como es mi caso, nos carcajeemos de sus idioteces, de su divismo, de lo pobrecito que es y de la servidumbre que le prestan los apóstoles del pesebre.

viernes, 2 de junio de 2006

El Palacio de Congresos de Badajoz


Una de las patochadas políticas más estériles e infantiles de los últimos tiempos nos la ha servido en bandeja ese desastre político que es Francisco Muñoz, consejero de Cultura de la Junta y voluntarioso y risible aspirante a la alcaldía de Badajoz. Sólo siendo un cegato, torpón y maljeta se puede caer en el despropósito de querer imponer a una ciudad como Badajoz el nombre de un socialista fallecido a uno de sus edificios. Y además lo hace con nocturnidad y alevosía para dejar claro aquello que va predicando Ibarra de “el que paga manda”. El que paga con el dinero de todos no puede torcer el brazo a un Ayuntamiento ni perder el respeto a una ciudad digna.

Imponer por la fuerza el nombre de Manuel Rojas al Palacio de Congresos de Badajoz, no es más que un acto de hipocresía e indecencia política, porque a Manolo Rojas, después de revalidar su mayoría absoluta en la corporación pacense, fueron los propios socialistas los que se encargaron de hacerle la vida imposible para finalmente quitarle la alcaldía de forma deleznable. De Manolo Rojas dijeron de todo. De Manolo Rojas hicieron un deshecho político. De Manolo Rojas se separaron como si llevara el campanillo de un leproso y el propio Manolo Rojas se quejaba de que tras su marginación, no era recibido por ningún director general de la Junta a los que quiso acudir para rehacer su actividad profesional… El tema fue tan penoso y el recuerdo es tan cercano que es mejor dejarlo aquí para no caer en la indignidad del aspirante a alcalde.

Ahora todo son loas al fallecido y pretenden hacer de una buena persona y un pésimo gestor, que gastó a espuertas y dejó al Ayuntamiento arruinado, una especie de héroe del municipalismo pacense ¡Mentiras cabalgando sobre mentiras! Pero eso sí, aquella buena persona que fue Manolo Rojas, tuvo la suficiente entereza como para no desviarse de su ruta y, como la madera de sándalo, perfumó el hacha que la había cortado. Es decir, fue tan buen socialista como mal alcalde y la decisión del PSOE de apartarlo de la alcaldía se entendió en Badajoz y nadie pestañeó. ¿A qué viene ahora esta llantina con Manolo Rojas?

El PSOE lo está sacando a pasear como arma arrojadiza contra el gobierno legítimo de Badajoz y está utilizando a Manolo Rojas y a su familia para meter un dedo en el ojo de la Corporación Municipal y de su alcalde, pese a que Miguel Celdrán demostró siempre hacia Manolo Rojas un respeto y una deferencia que jamás tuvieron sus compañeros de partido. A Manolo Rojas lo utilizaron en vida y lo siguen utilizando tras su muerte, pero ahora con el agravante de presentarnos a un Manolo falso, que nada tuvo que ver con el Manolo que conocimos y quisimos.

¿Para qué juegan con el nombre de Manolo Rojas? Es seguro que él jamás hubiera aceptado dar su nombre contra el criterio del Ayuntamiento de Badajoz y la ciudadanía pacense. El mal está hecho, el enredo está servido, la cacicada camina de la mano de un siniestro como Paco Muñoz y el pulso a la legitimidad democrática nos ha mostrado, una vez más, a Ibarra con los tics propios de los dictadores caribeños, adoptando los mismos resortes que Fidel Castro en Cuba. Si le ponemos la gorrita y un puro entre los dedos, hasta se le parece físicamente. ¿Paco Muñoz también? No, Paco Muñoz es el cuervo de José Luís Moreno, que se desplaza en el hombro de Ibarra.