sábado, 5 de febrero de 2005

Buen rollito


Hemos tenido un presidente del Gobierno, José María Aznar, que no practicó durante sus ocho años de mandato el “buen rollito”, entendido como tal la capacidad de asentimiento para contentar a todos. Aznar fue políticamente incorrecto, porque en medio del cantamañanismo galopante, decía lo que pensaba y hacía lo que consideraba conveniente, además de no sentar a su mesa a los cómicos e intelectos de “todo a cien”. ¿Grave error el suyo? Desde luego no pasará a la historia de la chistografía nacional, aunque, ya lo verán ustedes, pasará a la historia de la decencia política y figurará entre los gobernantes más honestos de la historia de España.

Aznar restituyó la credibilidad de la política en una España asustada, en la que comenzaba a verse con naturalidad que entraran en la cárcel desde el gobernador del Banco de España al director General de la Guardia Civil. Una España de pillos y mangantes, en la que estaba asentado el buen juicio del pelotazo y se veía con simpatía a los de “coge el dinero y corre”.

Aznar apuntaló la Seguridad Social, descapitalizada por los que habían ejercido el “buen rollito” de llevárselo a espuertas. Aznar logró converger a España con los principales países de la Unión Europea.

Aznar cogió un país en ruinas y lo adecentó, pero no tuvo nunca el “buen talante” de los que, carentes de criterios y principios, regalan sonrisas bobaliconas, apretones de manos y palmaditas en las espaldas con un si, si, si ,si, interminable e indefinido.

En una cínica perversión del lenguaje, a la incapacidad se le llama tolerancia. Hay que ser tolerantes con los intolerantes, con los fanatismos, con los fundamentalismos sin fundamentos, con los separatismos excluyentes y con la inmoralidad porque el “buen rollito” es el eje sobre el que deben girar todos los mandamientos de la ley de los necios. Pero sin convecciones, sin valores asumidos, profesados y estimados, el “buen rollito” no es más que una caricatura de la tolerancia verdadera. Asco me dan los del “buen rollito” y más asco los que, desde la orilla opuesta, lo ejercen para complacer y sacar migajas pordioseras a los del “gran rollito”.

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