miércoles, 1 de junio de 2005

El día D


Ya pasó el día de Ibarra, ¡aleluya!. Este año, con paraguas de colores que repelían una supuesta lluvia de ideas, Ibarra y sus corifeos, entre los que está el mismísimo arzobispo de Toledo, monseñor Cañizares, han dado el do de pecho, multiplicando los gastos de publicidad, con el contento de algunos medios agraciados que, de alguna forma, le han devuelto el favor en forma de apasionadas loas editoriales. ¡Aleluya! En su día, el jefe supremo se mostró especialmente condescendiente y eligió a un ramillete amplio de medalleados para endilgarle su medalla. Para la próxima edición, el gabinete de sabios que dirige el vicepresidente de la Junta, debe estar estudiando la posibilidad de dejarse de tapujos y poner en la medalla directamente el careto de Ibarra. ¿Por qué no, si son sus medallas? Desde aquí les regalo la idea de que la primera con careto propio se la conceda Ibarra a si mismo y él mismo la cuelgue de su soberano cuello, siguiendo la estela de Napoleón, que se coronó así mismo porque no había para la ocasión nadie tan digno y tan alto como él.

Ibarra, en su día de gracia, montó su habitual numerito, nombrándose “defensor supremo de la unidad de España”, hablando del futuro desde el pasado que representa y tildando de desleales a los que le critican, porque el pobrecito, tan perdido anda, que confunde a Extremadura con su ombligo. Y hasta el mismísimo arzobispo de Toledo le agradeció públicamente su defensa de la unidad de España, aunque el buen pastor olvidó decirnos quienes son los que ponen en peligro la unidad. Tal vez, (por buscar justificaciones) como monseñor Cañizares es foráneo, no sabe que Ibarra es socialista, como Maragall, como Montilla, como Zapatero y que como ellos, también es uno de los capitostes del Comité Federal del PSOE y solidario con la valcanización por la que el buen cura toledano le aplaude. Tengo otras explicaciones pero, de momento lo dejo ahí. ¡Ay, Señor, Señor!.

Por cierto, que para el almuerzo en el Real Monasterio de Guadalupe, presidido por su titular el arzobispo de Toledo, y en el que supuestamente estaban las autoridades religiosas, civiles y militares, no se acordaron del presidente del Partido Popular, Carlos Floriano, que representa casi al 40% del electorado extremeño. ¿Fue un olvido o es que hasta ahí llega la sombra de Ibarra? La mala sombra.