sábado, 30 de abril de 2005

Dos gamberros borrachos


El espectáculo era de lo más denigrante. El presidente de la Generalidad de Cataluña, el socialista Pascual Maragall, acompañado del bufón independentista Carod Rovira, se quisieron correr una juerga y eligieron Israel. No nos han dicho si ya iban borrachos o se emborracharon allí, pero desde que llegaron dieron la imagen viva de dos gamberros, con los ajos apagados y la risa desconcertada por los vapores etílicos. ¿Fue un viaje espontáneo? No lo parece, porque en Ministerio del Interior se empleó a fondo para los dos tiparracos fueran recibidos con el tratamiento de “altísimas personalidades”. La agenda estaba preparada con sumo cuidado, se habían concertado las entrevistas al más alto nivel y las autoridades israelíes recibieron a los dos borrachines según se les había solicitado desde el Gobierno de España. ¿Se suponen Uds. la cara de estupefacción de los israelitas al encontrarse de frente con semejantes mastuerzos? Como eran embajadores de España, en cada encuentro estaba previsto el interprete oportuno de español, pero los dos llegaron hablando un idioma extraño que no entendía nadie y fue la embajada de España la que tuvo que improvisar un traductor en catalán, pero aún así los israelitas no entendían nada, porque aquellos tipos de risita boba parecían enemigos del país que representaban.

Durante un acto protocolario, uno de ellos se negó a participar porque al lado de la bandera de Israel habían colocado la bandera de España. “¿Y por qué se enfada el bajito, qué bandera debemos izar?” Los israelitas no salían de su desconcierto, porque no entendían nada de lo que estaba pasando con aquellos extraños visitantes españoles y procedentes de España, bajo la atenta y temerosa mirada de la embajada Española. Siguiendo el protocolo acordado, hubo una ofrenda floral, pero en ella había desaparecido la bandera de España, sustituida por otra que no se parecía en nada a la que conocían como enseña nacional española. “¿Es que tienen en España dos banderas?” El personal de la embajada no sabía/no respondía, lo que todavía extrañaba más a las autoridades israelíes.

En medio de la consternación, también estaba previsto depositar una corona de flores, pero todo se enrareció aún más, porque la corona estaba abrazada por la misma extraña bandera, la de Cataluña, pero en el medio, oculta entre flores, estaba la que ellos reconocían como bandera de España. ¿Es que España pertenece o depende de otro país que se llama Cataluña y por eso su bandera casi ni aparece, perdida entre la majestuosidad de aquella? Los israelitas se miraban unos a otros y después miraban al personal de la embajada, que silbaba y miraba para otro lado. “¿Qué es todo esto, qué nos ha llegado de España”. De España nadie respondía.

Finalmente, concluidos los actos oficiales –¡ uf, que alivio!- guiaron a los dos gamberros por los lugares más típicos, pero allí volvieron a montarla. En un puesto que vendían recuerdo de los lugares santos, cruces, clavos y coronas de espinas, uno de los gamberros cogió una corona de espinas y se la ofreció al otro, que la situó por encima de su cabeza, mientras los dos se carcajeaban de la ocurrencia...
Que son dos gamberros sin edad ni gracia está claro, pero ¿estaban borrachos? En todo caso, la que está borracha es España.

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